Montalvo gobernó desde el 20 de octubre de 1933 hasta el 31 de agosto de
1934. En esos once meses, secundado por su ministro de Gobierno, el
incorruptible José Rafael Bustamante, convocó a elecciones libres.
Convocadas las elecciones, se candidatizaron
Convocadas las elecciones, se candidatizaron
EL CAPITÁN COLÓN ELOY ALFARO Y CARLOS ARROYO DEL
RÍO por el Partido Liberal.
RICARDO PAREDES por el Partido Comunista
JOSÉ MARÍA VELASCO IBARRA por los conservadores compactados
CARLOS ZAMBRANO OREJUELA por el socialismo.
Las elecciones se llevaron a cabo el 14 y 15 de
noviembre de 1933.
Velasco Ibarra triunfó con 51.848 votos.
Zambrano obtuvo 11.028.
Colón E. Alfaro, 945.
Paredes, 696
votos.
El presidente electo recorrió las provincias y visitó algunos países de América del Sur: "Quise", dijo, "que el Ecuador abandonara el aislamiento tradicional, la timidez intemacional. Quise darle altivez en los reclamos internacionales"
El presidente electo recorrió las provincias y visitó algunos países de América del Sur: "Quise", dijo, "que el Ecuador abandonara el aislamiento tradicional, la timidez intemacional. Quise darle altivez en los reclamos internacionales"
Velasco
Ibarra gobernó en la crisis económica
(1934-1935), en la post- crisis territorial (1944-1947), a comienzos del
"boom" bananero (1952- 1956), a comienzos del tercermundismo
castrista (1960-1961), y en la antesala del "boom" petrolero (1968-
1972).
Elegido presidente en 1934 y depuesto en 1935,
tuvo que exiliarse en la ciudad de Sevilla, en el Valle del Cauca, Colombia,
donde para ganarse la vida, enseñó en
una escuela. Allí escribió Conciencia
y Barbarie, ensayo sobre su primera experiencia presidencial. "El
destierro es doloroso, pero moralmente provechoso y sano como todo dolor
virilmente sufrido", escribía a un amigo. De Sevilla pasó a radicarse en Buenos Aires. Cada vez que Velasco el político naufragaba, la capital argentina habría de convertirse en el puerto
al que recalaría, su lugar de residencia preferido. Divorciado de la
ecuatoriana Esther Silva Burbano, contrajo matrimonio con la argentina Corina
Parral Durán, que se convirtió en madre, compañera, consejera y puerto afectivo
y espiritual de la soledad de "El Profeta" que un día confesó " yo no conozco la melancolía,
señor".
En 1940 perdió las elecciones. La aviación
militar de la Base Aérea Simón Bolívar considerando fraudulento el triunfo de
Carlos Arroyo del Río, se sublevó para entregar el Poder al legítimo ganador
Velasco Ibarra. Apresado éste, fue exiliado a Medellín, Colombia, de donde pasó
a Buenos Aires y a Santiago de Chile. Desde estas ciudades dirigió la oposición. Luego de la derrota militar
de 1941 y del Tratado de Río de Janeiro,
pidió la renuncia del presidente ecuatoriano, conformó Alianza Democrática, un
frente político que unió las fuerzas populistas, conservadoras, socialistas y
comunistas contra Arroyo del Río, y se trasladó a Pasto, Colombia, para esperar
la caída del presidente.
EL CARISMA DE VELASCO
En general
tratase de un liberal católico, con afán de reformas y pasión constructora,
muchas veces improvisada. Sería muy
injusto juzgar su dinamismo sólo por razones demagógicas o por afán de
espectáculo. Ha de creerse que hay razones más hondas que lo expliquen: una prisa
febril, una desconfianza del tiempo, un temor al prematuro final, una carrera
de velocidad improvisada contra la circunstancia objetiva. Todo ello alimentado
por su indiferencia hacia una doctrina política homogéneamente conformada y por
la rebeldía de un carácter introvertido, devorador de libros y lanzado de
pronto a la vida exterior como un tremendo impacto de fuerzas interiores en
lucha".
El sociólogo Esteban del Campo subraya el carisma del líder populista: "Sería absurdo negar que, desde su aparecimiento, José María Velasco Ibarra ha descollado en la vida política ecuatoriana debido a cualidades de verdadero líder, a peculiaridades de su personalidad que no han tenido paralelo en nuestra historia contemporánea. El liderazgo carismático de Velasco Ibarra ha tendido hacia un 'bonapartismo' (personalismo independiente de los partidos) tanto más acentuado si tomamos en cuenta la ambigua posición ideológica que le ha caracterizado".
El sociólogo Esteban del Campo subraya el carisma del líder populista: "Sería absurdo negar que, desde su aparecimiento, José María Velasco Ibarra ha descollado en la vida política ecuatoriana debido a cualidades de verdadero líder, a peculiaridades de su personalidad que no han tenido paralelo en nuestra historia contemporánea. El liderazgo carismático de Velasco Ibarra ha tendido hacia un 'bonapartismo' (personalismo independiente de los partidos) tanto más acentuado si tomamos en cuenta la ambigua posición ideológica que le ha caracterizado".
LA TROMBA
Velasco
Ibarra se posesionó el primero de septiembre de 1934 y empezó a gobernar como
una triple tromba: de acción, de
palabras y de precipitaciones. Nombró un gabinete liberal con un
conservador en Relaciones Exteriores. En su primer mensaje al Congreso presentó
el plan de Gobierno: garantía a las libertades públicas, respeto a la voluntad
popular, laicismo en el sistema educativo oficial, pero benevolencia con la
libertad de enseñanza, esto es, con la educación particular predominantemente
católica. Pidió al Congreso que aprobara el plan económico elaborado por el banquero
guayaquileño Víctor Emilio Estrada, pero este plan de Gobierno fue, de hecho,
entorpecido por la pugna de poderes
entre el Ejecutivo y el Legislativo. Los numerosos liberales en el Congreso
quisieron propinar a Velasco Ibarra la misma medicina que él había dado a
Martínez Mera.
No hubo votos de desconfianza, sino un torrente cotidiano de acusaciones mutuas. La Cámara de Diputados rechazó el Plan íntegral de Estrada, quien presentó la renuncia. El Ejecutivo perdía un experto en crisis económica. Velasco se vengó nombrando ministro de Hacienda al principal opositor a ese plan. Se perdió, así, la oportunidad de estabilizar la moneda e iniciar la necesaria reforma económica.
El Congreso criticó también la política internacional con Colombia, cuya amistad buscaba el Gobierno. Esta doble pugna generó una lucha entre Velasco Ibarra y la prensa liberal y socialista. El Debate, diario quiteño que defendía los principios conservadores y pretendía que Velasco coartara la enseñanza laica, se convirtió en encarnizado opositor. Velasco se defendía diciendo que él creía que las libertades eran tesis mientras que los conservadores creían que eran hipótesis. Como la oposición liberal articulada por Carlos Arroyo del Río desde el Congreso iba ganado terreno, Velasco apresó al dirigente Navarro Allende y amenazó hacer lo mismo con el poderoso Arroyo del Río. A pesar de la pugna, Velasco Ibarra impuso un ritmo de trabajo y de control, inusitados en la Administración Pública. El presidente aparecía en todas partes, impulsó la agricultura con canales de riego y caminos vecinales, creó el Gimnasio Educacional Femenino -hoy Colegio Veinticuatro de Mayo-, la Escuela Experimental de Tumbaco y la Granja Agrícola de Tulcán; empezó el edificio del Colegio Vicente Rocafuerte y contrató la aduana y el muelle de Guayaquil; reabrió la Escuela Politécnica Nacional, pero desde el 18 de diciembre de 1934 hasta el 18 de febrero de 1935 clausuró la Universidad Central por no responder a la misión de ética y cultura a la que se debía. Éste no fue sino un pretexto semiverdadero para castigarla por la agitación política estudiantil.
Acosado por la Asamblea Liberal sectaria en materia de educación, incomprendido por su propio Gabinete que fue totalmente renovado, Velasco acuñó la frase 'la soledad del Poder'. Para mitigarla acudía al pueblo. De esta manera iba a germinar el velasquismo, 'la chusma sublime', la masa 'intuitiva'. Los periodistas más avi-sados de la época -Jorge Reyes, Gerardo Falconí, 'Martense', 'Lucas Noespinto'- predecían que el Congreso destituiría a Velasco. No ocurrió así. Como Arroyo del Río, presidente del Congreso, sabía que el pueblo y también algunos diputados respaldaban al presidente, decidió dar la batalla en el Senado. Y puesto que las barras velasquistas no dejaban sesionar, pidió la intervención del Ejército 'para controlar el orden y proteger la vida de los legisladores'. Ante la negativa del ministro de Defensa, Arroyo suspendió las sesiones del Senado. Velasco, precipitadamente, decretó la disolución del Congreso el 20 de agosto de 1935 y convocó a una Constituyente para el 12 de octubre. La guarnición militar de Quito, antivelasquista, no aceptó el decreto por inconstitucional, apresó al presidente, le obligó a que presentara su renuncia ante el Congreso y entregó el Poder al ministro de Gobierno, Antonio Pons, hasta la terminación del período presidencial en 1938. 'Mi caída fue obra de la oligarquía jacobina y machetera', escribió Velasco en Conciencia y Barbarie. Y acuñó otra frase célebre: 'Me precipité sobre las bayonetas'.
No hubo votos de desconfianza, sino un torrente cotidiano de acusaciones mutuas. La Cámara de Diputados rechazó el Plan íntegral de Estrada, quien presentó la renuncia. El Ejecutivo perdía un experto en crisis económica. Velasco se vengó nombrando ministro de Hacienda al principal opositor a ese plan. Se perdió, así, la oportunidad de estabilizar la moneda e iniciar la necesaria reforma económica.
El Congreso criticó también la política internacional con Colombia, cuya amistad buscaba el Gobierno. Esta doble pugna generó una lucha entre Velasco Ibarra y la prensa liberal y socialista. El Debate, diario quiteño que defendía los principios conservadores y pretendía que Velasco coartara la enseñanza laica, se convirtió en encarnizado opositor. Velasco se defendía diciendo que él creía que las libertades eran tesis mientras que los conservadores creían que eran hipótesis. Como la oposición liberal articulada por Carlos Arroyo del Río desde el Congreso iba ganado terreno, Velasco apresó al dirigente Navarro Allende y amenazó hacer lo mismo con el poderoso Arroyo del Río. A pesar de la pugna, Velasco Ibarra impuso un ritmo de trabajo y de control, inusitados en la Administración Pública. El presidente aparecía en todas partes, impulsó la agricultura con canales de riego y caminos vecinales, creó el Gimnasio Educacional Femenino -hoy Colegio Veinticuatro de Mayo-, la Escuela Experimental de Tumbaco y la Granja Agrícola de Tulcán; empezó el edificio del Colegio Vicente Rocafuerte y contrató la aduana y el muelle de Guayaquil; reabrió la Escuela Politécnica Nacional, pero desde el 18 de diciembre de 1934 hasta el 18 de febrero de 1935 clausuró la Universidad Central por no responder a la misión de ética y cultura a la que se debía. Éste no fue sino un pretexto semiverdadero para castigarla por la agitación política estudiantil.
Acosado por la Asamblea Liberal sectaria en materia de educación, incomprendido por su propio Gabinete que fue totalmente renovado, Velasco acuñó la frase 'la soledad del Poder'. Para mitigarla acudía al pueblo. De esta manera iba a germinar el velasquismo, 'la chusma sublime', la masa 'intuitiva'. Los periodistas más avi-sados de la época -Jorge Reyes, Gerardo Falconí, 'Martense', 'Lucas Noespinto'- predecían que el Congreso destituiría a Velasco. No ocurrió así. Como Arroyo del Río, presidente del Congreso, sabía que el pueblo y también algunos diputados respaldaban al presidente, decidió dar la batalla en el Senado. Y puesto que las barras velasquistas no dejaban sesionar, pidió la intervención del Ejército 'para controlar el orden y proteger la vida de los legisladores'. Ante la negativa del ministro de Defensa, Arroyo suspendió las sesiones del Senado. Velasco, precipitadamente, decretó la disolución del Congreso el 20 de agosto de 1935 y convocó a una Constituyente para el 12 de octubre. La guarnición militar de Quito, antivelasquista, no aceptó el decreto por inconstitucional, apresó al presidente, le obligó a que presentara su renuncia ante el Congreso y entregó el Poder al ministro de Gobierno, Antonio Pons, hasta la terminación del período presidencial en 1938. 'Mi caída fue obra de la oligarquía jacobina y machetera', escribió Velasco en Conciencia y Barbarie. Y acuñó otra frase célebre: 'Me precipité sobre las bayonetas'.
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